domingo, 12 de mayo de 2013


 
Como un pincel, deliciosamente afilado y  minuciosamente contado cada pelillo para construir su cuerpo.

Como aquellos seres maravillosos que han sido bañados por la gracia de la poesía escrita a trazos sin una linea exacta que enderezar, ni una curva lo suficientemente recta para alinear.

Todo un placer para los sentidos la preparación del lienzo entre mis manos.
 
Látex oscuro, mezclándose a modo de sombras con piel encrespada y vellos emergentes. Dibujando en la mente el final, esparciendo en la apetencia los movimientos. Sonriendo por el inevitable final.
Agua, liquido elemento que me hace construir. Lápiz que guía...
 
Y van llegando a mis manos, mis chiquitinas. Luminosas, filadas, limpias y vírgenes, para entretenerse en seguir solitas el camino por el que las empujo y amodorrarse elegantes, como una sumisa feliz entre las cuerdas de su Dueño laboriosamente tramadas, solo para ella.
 
Control, cuidados, seriedad y mimos... el lienzo ha de ser perfecto, ha de estar acabado.
 
El cuadro ha sido completado, expuesto ante el orgullo del uno y el otro.
 
Ahora, toca descansar.