lunes, 9 de noviembre de 2015

Primal

 
 
Tras el tronco de un pinar,
 su cuerpo primitivo toma forma.
Las manos, ya garras. Arrancan la corteza e impulsan su fiera hacia la presa,
el festín, el hambre y la sed.
 
Late, palpita, busca, explora... intenta cazar. Sigue la pista de la huella que dejó su perfume, la marca que dejó impregnada en su piel. Rastrea un cabello ondeante al viento
cargado de su elixir.
Desgarra su interior por un sorbo de su aliento.

Ramas y hojas impiden su camino pero nada perturba la carrera.
Quiebra su garganta, salivea, saca sus colmillos y corre tras el deseo.
Mientras, en su cabeza se suceden imágenes tan deseables como tétricas.
El apetito de su sangre caliente corriendo por la piel, sentir el tacto suave y apetecible de sus múltiples huesos en los dedos,
traspasar músculos y arterias,
paladear ese pequeño corazón...
Poder dar caza a la presa, atarla y arrastrarla más allá de su propio sentir, hasta hacerla suya.
 
Corre, brama, grita, jadea.
Está cerca, siente la presencia. La necesidad es más apremiante.
 
 
Una suave brisa incontrolada llega desde el norte, la presa ha dado caza al Primal y con una sonrisa lo hace despertar.

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